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—¿Crook? —preguntó él.
—…
Sin embargo, no hubo respuesta.
—¡Crook, viejo pedo, eres tú? —preguntó Bourkee de nuevo, sin embargo, no hubo respuesta.
La cara de Bourkee se contrajo en molestia.
—¡Primero! ¡Te atreves a intentar incriminarme con una carta falsa, luego te atreves a citarme aquí y ahora que estoy aquí, ni siquiera te atreves a hablar! ¿Crees que esto es una broma? ¡Viejo bastardo! Pide disculpas en este instante —Bourkee maldijo mientras caminaba hacia Crook. Sin embargo, después de acercarse, se detuvo. No era Crook. Más bien, era una hermosa mujer de cabello negro que lo miraba con una sonrisa fría en su rostro.
—Felberta Alveye... —Bourkee reconoció a esta mujer al instante. Después de todo, raramente había visto a alguna mujer tan bella como Felberta.
—Bourkee, he oído que tu hijo ha estado molestando al mío desde hace un tiempo —murmuró Felberta con una pequeña sonrisa en su rostro.