Una marea imparable se extendía por el reino de Cristal, apuntando a las tierras poseídas por las naciones así como a aquellas más lejanas, desconectadas, en manos de simples nobles o razas menos poderosas. No hubo advertencia previa para este ataque, ni había habido antes una fuerza invasora de Kraven tan masiva.
El número de inmortales desplegados superaba con creces el que cualquier nación pudiera emplear. Tal vez, si varias naciones trabajaran juntas, podrían reunir el número de inmortales requerido para repeler la fuerza que invadía a una sola de ellas. Sin embargo, tal como estaban las cosas, parecía haber poco o ningún recurso.