Era un hecho bien conocido y establecido que Lex no era avaro y era, en cambio, un tipo humilde que había renunciado a su atracción por las posesiones mundanas. El hecho de que acumulara docenas de armaduras en su brazalete espacial no iba en contra de este hecho, ya que esas estaban ahí para cumplir un propósito funcional.
No llevaba joyas ni relojes caros, y no tenía una colección de zapatos caros. Incluso cuando era un mortal y ganaba 7 millones de dólares, no lo malgastaba todo y, en cambio, lo invertía. Continuó trabajando en su trabajo mientras tanto, y llevaba una vida normal. Sí, Lex era un monje proverbial. Su único interés en cualquier tesoro que la instalación escondiera era puramente académico y si, dios no lo permita, la instalación alguna vez cayera en manos de los invasores y Lex interviniera, era solo por un sentido del honor y deber. Era su deber como hombre, no, como humano, asegurarse de que los robots extraterrestres fracasaran en sus objetivos.
