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—Gracias por esperar, mademoiselle —dijo Gerard a la señora. Ella había insistido en que así debía dirigirse a ella. Si Gerard hubiera estado familiarizado con las culturas de la Tierra, habría notado que tal trato típicamente se da a mujeres solteras, y entonces podría haberse preguntado por qué la señora hacía hincapié en que la dirigiera así. Pero como no lo estaba, no respondió. Sin embargo, a la señora no le disuadió; no tenía problemas en ser más directa si era necesario.
—No fue molestia alguna. ¿Estamos listos? —preguntó la señora.
—En efecto, mademoiselle, lo estamos. Por favor, suba a mi barouche-landau y la llevaré a su destino —respondió Gerard.