Mientras los diversos nuevos huéspedes deambulaban por la Posada, Helena también exploraba el lugar por sí misma. Al principio dudaba moverse por la Posada por si se encontraba con alguien que la reconociera, pero ahora con sus gafas se movía sin preocupaciones. Se dio cuenta de que cada pocos días se hacían cambios en el ambiente de la Posada o se añadían nuevos edificios, y le gustaba explorarlos. Todo estaba mejorando todo el tiempo, y el ya agradable entorno se estaba volviendo aún mejor. Anteriormente, sentía que algunos lugares de la Posada eran demasiado silenciosos, lo que los hacía tétricos. Sin embargo, un día de repente aparecieron más aves y pequeños animales, así que si no había nada más, siempre escucharías el aleteo o el canto de los pájaros. Hace unos momentos incluso había visto una tortuga masiva apurándose a través del terreno junto al Posadero. Supuso que era uno de los animales de un planeta diferente porque nunca había visto una tortuga tan grande en la Tierra.