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Cuando la inteligencia artificial había invadido la Posada, Lex había recibido de frente un ataque de un inmortal y había sobrevivido —era una experiencia que no estaba ansioso por repetir, ya que cada hueso de su cuerpo había quedado aplastado casi hasta convertirse en polvo fino—. Además, la única razón por la que había sobrevivido era porque a aquel robot le faltaba algo fundamental que otros inmortales poseían, lo que lo hacía más débil.
Así que, aunque Lex por supuesto necesitaba reconocimiento por el evento, también se podría decir que hubo mucha suerte de por medio —si el robot no hubiera sido fundamentalmente más débil, si la fuerza del ataque no se hubiera canalizado hacia el suelo a través de sus pies, y si la Mano Impenetrable de alguna manera no hubiera tomado control del alma del robot, había una buena posibilidad de que Lex hubiera muerto, o al menos hubiera resultado gravemente herido más allá de lo que ya estaba.