Lex se sintió extraño estando en el extremo opuesto de una bienvenida, pero no permitió que el saludo bajara su guardia. Miró dentro de la puerta, pero no pudo ver a nadie. Lo poco que podía percibir de la habitación interior le daba la impresión de que era una acogedora recepción alfombrada, bien iluminada y con una línea de sillas para sentarse, así como un mostrador de recepción vacío.
Pero cuando terminó de mirar, se dio cuenta de que sus compañeros parecían mucho más cautelosos que él.
—¿Qué pasa? —preguntó.
—¿No escuchaste ese ruido escalofriante? —comentó Bearin, ligeramente molesto. El sonido... sea lo que fuera ese sonido le provocaba escalofríos. La mejor manera de describirlo era como el desgarrador gemido de un hombre agonizante.