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Mientras Z sentía que la pelea había durado una eternidad, apenas habían pasado unos minutos. Incluso conteniéndose, ser abofeteado repetidamente en la cara por una carta reforzada con el poder de su linaje hizo que Sean y los niños se quedaran tendidos en el suelo con los rostros hinchados, incapaces de levantarse.
Heidi, en cambio, permanecía inmóvil.
No era miedo lo que pintaba su rostro, ¡sino asombro! Es posible que Sean y los demás no estuvieran al nivel de Alejandro -para ser honestos, ¿quién lo estaba?- pero aún así, tenían un lugar decente en la academia de Troya. Su condición física era alta, sobresalían en deportes y todos habían recibido algún tipo de entrenamiento de combate.
La declaración de Z acerca de luchar con una sola mano se había convertido en una broma. De principio a fin, él no se había movido ni un centímetro.