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Lex acompañó a Ayesha hasta la tortuga, entretenido por su mirada asombrada. La joven ya había olvidado que se suponía que debía estar triste, o tal vez lo estaba ocultando. Lex se preguntaba si vería a su contraparte, el joven. La última vez que vinieron, la Posada era comparativamente austera. Esta vez, la pareja tendría muchas más opciones para su cita. Lex quería especialmente que remaran en el pequeño bote sobre el diminuto lago que había creado. No sabía por qué, pero Lex estaba deseoso de ello.
—Pequeño Negro, me gustaría presentarte a una invitada. Ella es Ayesha —dijo Lex.
La tortuga giró la cabeza hacia la niña, luego bajó lentamente su cabeza a su nivel para observarla mejor.
—Hola, pequeña humana. ¿Cómo estás hoy? —preguntó la tortuga.
—¿Puedes hablar? —exclamó ella sorprendida—, y luego miró al ballena voladora con ojos ansiosos. ¿Él también puede hablar?