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Todo a su alrededor se sentía extraño, y todos sus sentidos lo hacían hiperconsciente del entorno, ya fuera por el sentido del oído, tacto, gusto, olfato o la percepción de mana.
No solo parecía que todos sus sentidos estaban desordenados, sino que también le dolían los músculos.
—¿Qué es lo que me está pasando? —Miró sus manos y pies y puso el dorso de su mano en la frente para comprobar la temperatura, pero Nial no sintió ninguna diferencia, lo que era ligeramente tranquilizador.
Sin embargo, sabía exactamente lo que estaba pasando justo ahora.
—Es la maldición, ¿verdad? —Parece que tendré que acostumbrarme a ella con el tiempo... Espero no haber cometido otro error... —Mientras salía apresuradamente de la casa, era ajeno al hecho de que estaba percibiendo todo hasta el último detalle, lo cual confundía su mente que no estaba acostumbrada a la sobrecarga sensorial.