La conmoción invadió a Nial cuando recuperó su conciencia.
Se levantó de la cama en posición sentada, comenzando a respirar pesadamente mientras se sujetaba el pecho, o para ser precisos, la zona cerca de la semilla Odisea.
—¿Fue eso otro sueño? —se preguntaba Nial, sin estar seguro de lo que acababa de ver.
Sí, definitivamente había visto algo extraño y misterioso.
A causa de eso, Nial estaba seguro de que era solo un sueño, sin embargo, curiosamente, este sueño era similar al que había vivido durante años hasta que encontró a la Diosa en la cima de las escaleras del palacio.
En el sueño del que acababa de despertar, había sido solo un espectador curioso, presenciando un campo de batalla que estaba sembrado con millones de cuerpos cruelmente desgarrados.
No obstante, esa no era la parte más extraña porque Nial estaba seguro de que era su campo de batalla, su ejército, sus tierras, ¡todo le pertenecía a nadie más que a ÉL!
