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—¿Qué demonios nos hicieron? —gritó el más fuerte de los seis valxianos, señalándolo con uno de sus muchos dedos rotos.
Nial sonrió en dirección a los seis valxianos gravemente golpeados sin decir nada. No había necesidad de darles una explicación porque ellos deberían ser muy conscientes de lo que había sucedido.
Aunque la alteración en su mente era sutil y apenas perceptible, solo se necesitaba un ojo agudo y un agudo sentido de observación para sentirlo. Mientras tanto, los otros cinco valxianos permanecían en silencio. Trataban de evitar llamar la atención de los espectadores de los alrededores porque se avergonzaban de lo sucedido.
Solo uno de ellos había podido tener alguna noción de lo sucedido mientras que los demás aún intentaban descifrar qué estaba pasando.