—Tu alma dejará de existir... ¡eso te lo juro en el nombre que me fue dado por el Origen mismo! —gritó Silvian, la sangre salía de su boca mientras su mano en descomposición se extendía hacia el cuello de Nial.
—¡Pero antes que nada, nos divertiremos!
La voz de Silvian resonaba a través del Bosque de la Vida, y una sonrisa espeluznante se formó en su rostro quemado mientras levantaba su otra mano que sostenía fuertemente un amuleto.
El amuleto comenzó a brillar, envolviendo tanto a Nial como a Silvian.
—Luchemos por la vida y la muerte, de una vez por todas... ¡Mi amigo, es hora de que nuestros caminos se separen! —dijo fríamente antes de que su cuerpo empezara a ser absorbido por el amuleto.
Nial solo escuchaba a Silvian. El Dios de los Santos y Demonios parecía haber enloquecido y Nial disfrutaba completamente de esto. Esto era, al menos, tan loco como el comportamiento que Silvian había demostrado.