—De cualquier manera, tu vida ya estaba en juego en el momento en que nos dejaste entrar aquí. Comas la carne o no, Voraxa te matará. ¿No tengo razón? —desafió Ren, sus palabras flotando en el aire como una verdad sobria.
Los aldeanos, atrapados en el dilema moral de su propia creación, intercambiaron miradas incómodas mientras el peso de sus elecciones recaía sobre ellos.
La autoridad antes incuestionable del anciano ahora enfrentaba escrutinio, y la plaza del pueblo se convirtió en un campo de batalla de intereses conflictivos y perdición inminente.