El aire en la plaza del pueblo estaba cargado de una tensión siniestra mientras Ren y los demás recuperaban lentamente la conciencia.
Sus ojos se abrieron parpadeando al encontrarse atados a estacas en el centro de la plaza, una escena tan desconcertante como inquietante.
La gente del pueblo, que hace momentos habían sido aliados en una celebración alegre, ahora los miraba con una mezcla de culpa y aprensión.
Un incómodo silencio llenaba el aire, y los aldeanos evitaban hacer contacto visual, sus expresiones revelaban un conflicto interno.
—Ren, estás despierto —la voz de Elena cortó el silencio, con un tono que mezclaba la preocupación y la confusión.
Ren intentó moverse pero se encontró firmemente atado a la estaca, las cuerdas se clavaban en sus muñecas. —¿Qué está pasando aquí? —preguntó, desviando la mirada hacia el anciano Morgrimm, que estaba de pie cerca, de aspecto sombrío.