Mientras Julian y Sandra descendían las escaleras, su atención fue capturada por la conversación de Arlo con Roy y los demás.
Al escuchar lo que se decía, la expresión de Julian cambió de una neutra a una de profunda preocupación, haciendo que su pálida tez lo hiciera parecer aún más lastimoso.
El Condado Constantino no era solo un lugar donde él residía; era su hogar, su lugar de nacimiento. Era un lugar por el que estaba dispuesto a morir. Aunque no todos sus recuerdos de ese lugar eran agradables, su padre y sus hermanos, quienes no lo trataban bien pero que aún significaban todo para él, seguían viviendo allí. La mera idea de que algo les sucediera era suficiente para hacer que su estómago se anudara y su corazón doliera.
Julian sabía desde hace mucho que el mundo no era tan simple o pacífico como parecía en la superficie para un plebeyo.
Había fuerzas en juego, fuerzas que querían controlar y dominar, fuerzas que estaban dispuestas a destruir todo en su camino.