—¡Aaarrrgggh! —Un grito gutural brotó de la boca del hobgoblin, un sonido que solo podía compararse con el lamento de un alma torturada en los pozos más profundos del infierno. No pudo evitar gritar de rabia y dolor al haber perdido a toda su familia a manos del ser que consideraba insignificante.
Con un nivel de intensidad casi inhumano, se lanzó hacia Delilah, sus músculos abultados y retorciéndose con la ferocidad de su ataque.
—¡Zumbido! —Sus puños, del tamaño de rocas, irrumpieron a través del aire y se dirigieron hacia ella con la fuerza de un tren de carga.
Delilah arqueó su espalda y dobló su cintura de formas que desafiaban las leyes de la anatomía humana, esquivando el puño del hobgoblin por la mínima fracción de un centímetro.