A medida que las paredes del laberinto se destrozaban, una lluvia de flechas y picos se desató hacia los dos intrusos. La mortal lluvia amenazaba con poner fin a su búsqueda.
El corazón de Dalila se estremeció al ver el mortífero ataque de flechas y picos cayendo sobre ella y Roy, pero una determinación inquebrantable ardía dentro de ella, haciéndola avanzar con pasos firmes. Se negó a dejar que su ansiedad se apoderara de ella. No iba a retroceder, ni ahora ni nunca. A pesar de que parecía suicida, corrió tras Roy, sabiendo en lo más profundo de su corazón que él la mantendría a salvo pase lo que pase.
Podía ver el peligro acercándose desde todos lados, pero se negaba a ceder al miedo que amenazaba con paralizarla. En su lugar, canalizó toda su energía en su persecución, manteniendo el ritmo del hombre que amaba, sus pies golpeando el pavimento con un ritmo constante.