—Hermana, perdóname. Sé que estuve mal por no estar ahí para ti cuando más me necesitabas. Daría mi vida para compensarte. Solo por favor no me abandones —la voz de Dalila temblaba mientras rogaba por el perdón de su hermana, que no estaba en ninguna parte. Sus ojos estaban rojos e hinchados, sus mejillas mojadas con lágrimas y su cuerpo sacudido por sollozos—. ¿No está bien mientras estemos juntos, vivos o muertos?
El corazón de Roy se dolía al ver a Dalila desmoronarse. Sabía que su hermana había fallecido hace tiempo y que la persona con quien hablaba era solo un producto de su imaginación. Al igual que él, había caído en el Reino de las Pesadillas.
Había sido rescatado por el Señor Obsidiana, pero Dalila seguía atrapada en el reino y él no podía dejarla allí. ¿Quién la salvaría si no era él?
Sin dudarlo un instante, Roy entró en acción, corriendo hacia Dalila para salvarla de caer en el abismo.
Con un agarre firme, la tiró de vuelta desde el filo del abismo y dijo: