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—Estás a salvo. Te tengo.
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Antes de que pudiera hundirse más, Roy le agarró la mano y la atrajo hacia arriba, transmitiéndole telepáticamente palabras tranquilizadoras para evitar que entrara en pánico.
Con su ayuda, ella volvió a la superficie, tosiendo y escupiendo agua.
Roy la sostenía defensivamente, manteniéndola estable en el río con las aguas crecientes.
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—¿Estás bien? —Roy le preguntó, su calma general traicionada por un atisbo de preocupación en su voz.
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Dalila asintió, frotándose el agua de los ojos.
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—Sí, solo que no estoy acostumbrada.
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Terminando miserable solo por saltar al río, se sentía patética.
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—Agárrate fuerte a mí. Te guiaré a nuestro destino. —Roy extendió una invitación, asegurándole que la guiaría hasta que alcanzaran la Tierra Cenicienta.
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—Estaré bien. —Ella rechazó, sintiéndose demasiado tímida para aferrarse a él como un mono.
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—Bueno... como gustes.
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