—De lo contrario, habrían sido tan malolientes como su ropa empapada de sangre que llevaba un hedor pútrido que podría hacer que los hombres de voluntad débil vomitaran sus entrañas.
—Se sintió avergonzada cuando la nariz de Roy se arrugó debido al horrible olor que emanaba de ella.
—Deja ver —Roy se acercó a Delilah, el calor que desprendía le envolvía suavemente.
—¿Por qué se acerca tanto a mí? —Pensó que estaba coqueteando con ella, pero después de ver que sus ojos estaban fijos en los cuatro objetos anidados en sus palmas, se reprendió por ser demasiado imaginativa.
—Había dos cristales, una canica y una placa de plata en su mano. Parecían lo suficientemente inocentes, pero Roy sabía que en el mundo en que habitaban, nada era nunca lo que parecía.