No podía entender a su suegro. Se suponía que se trataba de él, no de lo que pensaran los aldeanos o lo que quisieran sus suegros. Nunca se sometió a la presión de sus pares o de la sociedad. Solo se valoraba a sí mismo. Su vida se trataba únicamente de él.
Era extremadamente egoísta. Se podía ver en el hecho de que la razón por la que se casaba con la hija del jefe de la aldea no era porque la amara. Era porque era hermosa, más que las bellezas de primera categoría que había visto en la Frontera del Norte. Si se casaba con ella, se sentiría como un hombre realizado. Y una mujer como ella tenía mucha demanda. Quizás uno de sus superiores tomaría interés en ella. Una vez que él terminara con ella, no sería mala idea cambiarla por una mejor posición.
Pensaba todo esto en presencia de su prometida, pero ella estaba tan cegada por el amor que no veía los destellos malignos en sus ojos mientras la miraba intensamente con intenciones viles.