—Después de años de cosechar almas, solo has llegado a ser tan fuerte. Si yo fuera tú, me habría golpeado la cabeza contra una pared y me habría suicidado. —rugió, y sus cuernos liberaron potentes rayos que hicieron añicos las extremidades parecidas a tentáculos.
—No tienes derecho a decir eso. Estás vivo solo por ese maldito viejo tonto. Si él no se hubiera interpuesto, ¡te habría matado hace décadas! —replicó el Caos.
—Me alegra que me hayas recordado lo que pasó en aquel entonces. Hace cuarenta años, mataste a mi hermano. Y hace algunos años a mi discípulo. Y ahora fuiste tras mi sobrino nieto. ¡Hoy se saldarán cuentas antiguas y nuevas! —dijo Ishtaq.
Aunque se acercaba al Caos en completo silencio, se sentía como si los volcanes estuvieran explotando, trayendo el fin del mundo.