Lo que Damien esperaba no ocurrió. No perdió la cabeza a manos de Marty, el vice-líder de los rebeldes. En cambio, una voz envejecida que pertenecía a un hombre resonó en sus oídos.
—¿Deseas poder?
—¿Quién no?
Los ojos de Damien se abrieron de golpe, y miró a su alrededor en busca del origen de la voz, solo para sobresaltarse al encontrarse en un lugar inimaginable.
Estaba desprovisto de luz, más negro que la oscuridad, sin fin a la vista.
Esa era solo su descripción más básica.
No tenía esquinas y se extendía infinitamente en todas direcciones.
Lo extraño era que Damien podía sentir que crecía a un ritmo incalculable.
Eso lo aterrorizaba.
«¿Dónde estoy?», se preguntó Damien.