Después de pasar por la pared misteriosa, Roy y su esposa se encontraron en un magnífico vestíbulo con techos altos y suelos de mármol.
Del techo colgaban candelabros, brillando como estrellas en el cielo nocturno.
Pinturas de aspecto costoso cubrían las paredes.
La Sirena Sin Forma las miró con la curiosidad de un niño, y luego sus ojos se agrandaron como si hubiera visto algo horroroso.
Cada una representaba horrendos cadáveres, algunos con garras bestiales y otros con espadas y bastones, y uno de ellos, un cadáver con garras como armas, le guiñó un ojo, provocando un grito de miedo en ella.
—No los mires, o podrías mear en tu cama esta noche —Roy la burló, pensando que tenía miedo de las pinturas, sin ser consciente aún de que había algo sobrenatural en ellas.