—¿Qué te pasa? —preguntó Roy.
—¿No te lo he dicho ya? No me queda mucho tiempo de vida. Mi vida está a punto de consumirse —respondió Yulran con calma.
Al oír sus palabras, Roy suspiró, con visos de tristeza saliendo de sus ojos y un dolor punzante en ellos.
Sus largas pestañas temblaban como las de un niño a punto de llorar.
Las lágrimas se acumulaban en sus ojos.
Pensando que lloraba al verle morir, Yulran agitó sus garras hacia él con fastidio. —¡No seas tan dramático! No estoy muriendo de verdad. Esto es solo una parte de mí, y hay incontables como yo. El verdadero yo está todavía ahí afuera, volando por los Mil Grandes Mundos. ¡Mi muerte no significa nada! No tienes que sentirte triste por ello.
Por lo que había dicho, Roy le miró desconcertado.
—¿D-de qué hablas? —Roy frunció el ceño hacia él.
En ese momento, ambos se dan cuenta de que se han malentendido mutuamente.