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La serpiente blanca gigante fue cegada por la visión de balas de maná azules acercándose a ella a una velocidad alarmante, y sus ojos se estrecharon al tamaño de agujas, llenos de pensamientos de odio.
El miedo se reflejaba vívidamente en sus ojos rojos brillantes, seguido de reticencias que rápidamente fueron superadas por... crueldad.
Sus ojos desbordaban de ellas mientras ordenaba:
—¡Muro de serpientes!
Inmediatamente, un muro hecho de cientos de serpientes agrupadas densamente emergió del mar debajo, apareciendo entre ella y las balas de maná.
Sus ojos rojos, medio cubiertos de blancura, parecían decir que estaban siendo controlados por la serpiente blanca gigante.
Las serpientes de sangre blanca eran una raza única de monstruos, cada una con el poder mágico de lanzarse en una dirección a la velocidad de una flecha.