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Roy dio un paso para cerrar la distancia entre ellos y se inclinó ligeramente, acercando sus labios a los oídos de Dalila antes de susurrarle con una voz entrecortada.
—¿Y si hago que cambies de opinión? —susurró.
Dalila podía sentir su aliento cálido quemando sus oídos y su cuello, haciéndolos enrojecer. No necesitaba mirarse en un reflejo para confirmar que estaban rojo sangre.
—Eso no sucederá —respondió con firmeza.
Sus años de experiencia seduciendo y luego silenciando a sus objetivos antes de que pudieran hacerle algo le decían cómo quería jugar con ella. Sabía que si se quedaba en la misma habitación que él, podría terminar con su hermanita jugada hasta las lágrimas por su hermanito, así que le dio la espalda y dio un paso adelante, moviéndose hacia la puerta, pero él alcanzó su mano y la agarró antes de empujarla a su abrazo y doblar sus manos debajo de sus pechos de tamaño melón, abrazándola íntimamente. Cuando él respiraba en su cuello, ella se sentía caliente.