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El primogénito de Arlo se llamaba Damien.
Poco o nada se sabía de él hasta que hizo su aparición pública ese día, hace siete años.
A primera vista, se tomaba como un joven de otro mundo sin nada especial, salvo por su noble linaje y poderoso padre, pero sus rasgos eran tan refinados y angélicos que Drew y Sue, dos famosos poetas del imperio nacidos el mismo día y de la misma madre, compusieron y dedicaron un largo poema a él, alabándolo hasta el cielo más alto, diciendo que un hombre como él, que es como el ángel amado de Dios descendido del cielo y tiene cabello que lleva la ilusión de estar forrado con mil perlas luminosas, no necesita ser fuerte para vencer a sus oponentes, pues su cegadora sonrisa e hipnotizantes ojos bastan para encantar y matar a todos.
La cuarta prueba de la ceremonia de llegada a la adultez ese año se llevó a cabo en un terreno infinitamente extenso.