El carruaje los llevó a la aldea olor a té y se detuvo. Era un gran y único territorio agrícola que se encontraba en las tierras cálidas. En papel, pertenecía al Conde de la Espada Feroz, pero estaba siendo supervisado por sus subalternos y su capaz sobrino, el señor de ojos dorados.
La puerta del carruaje se abrió de golpe, y varias personas salieron de él, luego miraron alrededor, asimilando sus alrededores.
Estaban en un camino único que subía a un enorme templo. A ambos lados de ellos había campos cubiertos con filas de plantas espirituales. De estas se podían cosechar hojas de té. Estas hojas de té eran lo que Badulf comercializaba en el imperio para enriquecerse enormemente después de convertirse en Conde.
Un aroma refrescante y calmante se desprendía de ellas, nublando el aire y mostrando que estaban listas para la cosecha.
Se podía ver a los agricultores trabajando en los campos, cortando las plantas y arrojándolas en la cesta atada a sus espaldas.