De pie sobre el montón de arena oscura, el pecho de Kieran subía y bajaba con respiraciones entrecortadas. El Circlet Dread continuaba girando, utilizando su cuerpo como eje. Sus lentas revoluciones producían varios arcos esporádicos de descarga temible, destructiva y volátil.
Esas oleadas de poder atroz mantenían a los demás alejados de él.
Él permanecía con los ojos cerrados, intentando manejar las voces en su cabeza que se volvían más altas, más siniestras y más persuasivas. ¿Qué sucedería cuando la maldición se volviera demasiado poderosa? ¿Podría perderse en la Masacre y convertirse en nada más que su esclavo sin mente?
El sombrío pensamiento cruzó su mente nuevamente, haciendo que frunciera el ceño y suspirara mientras sostenía su mano sobre el montón de arena y joyas colapsadas. Era el cadáver del Centinela que se había descompuesto inmediatamente.