Por la gracia de... la Llama, Kieran bajaba apresuradamente un conjunto de escaleras en espiral más allá del gran salón de la ciudadela, encontrándose con un área que parecía nada menos que un santuario sagrado, probablemente un septo convertido para rezar una oración o realizar una elegía antes de salir a una guerra atroz.
Kieran no había aprendido mucho sobre esta ciudadela, pero la disposición de la misma indicaba que su creación no tuvo un propósito único. Aunque exteriormente era una ciudadela, un edificio de protección, el interior parecía casi religioso en su diseño.
—Una extraña mezcla entre una fortaleza, catedral y quizás... ¿un qué? ¿Castillo? —murmuró para sí.
La extraña familiaridad de la Llama desconcertaba a Kieran más que la estructura misma. Navegaba por los extensos y laberínticos pasajes con una facilidad que solo se les da a aquellos que han recorrido sus corredores innumerables veces. O tal vez Kieran estaba siendo demasiado crítico con la Llama.