—Una vez que Scar abrió la puerta, la conversación entre Zieg y otro anciano se detuvo. Curiosos por los recién llegados, Zieg y el anciano aún sin nombre volvieron la mirada hacia la puerta.
—Jeje, si no es el joven Scar —dijo el anciano junto al General Zieg.
A pesar de su estatus de General, Zieg se situó al lado del hombre de manera respetuosa, asegurándose de no traspasar ningún límite.
Kieran notó este pequeño detalle, pero también percibió algo más: mirar a los ojos del anciano era como contemplar las profundidades de un gran océano. No podía medir la fuerza de este hombre, pero persistía una inminente sensación de peligro.
«Cualquiera lo suficientemente tonto como para creer en esta fachada ante sus ojos sufriría una muerte merecida. El cuerpo de este hombre puede parecer débil, pero yo siento diferentemente. No me sorprendería si este anciano vestido con lujosos ropajes fuera una fiera en el campo de batalla».