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—Dusvim rió oscuramente al emerger de la pared en la que lo había proyectado el ataque de Kieran —¿Dónde fue toda esa ira? Estás condenado al fracaso si no tienes ese poder perverso.
—¿Mi ira? —Kieran se sintió entretenido por el comentario de Dusvim.
¿Realmente creía que toda su ira se había desvanecido en el aire como si nunca hubiese existido? Incorrecto. Creer que la furia de Kieran simplemente desapareció era una falacia.
Por el contrario, encontró un lugar mejor donde invertirla.
Ceniza Carmesí parecía rugir y llorar mientras Kieran la sostenía.
No sólo había duplicado su tamaño sin usar Ráfaga de Enfado, sino que la Incrustación de Sangre Vampírica se espesó y su filo se agudizó, produciendo una sensación siniestra pero contenida.
—Bastión, contrólalo —ordenó Kieran.
Al mismo tiempo, parte del revestimiento exterior de Ceniza Carmesí se licuó. Gotas sangrientas goteaban de la hoja y se filtraban en la tierra, tiñendo la arena beige de un hermoso color rubí.