—Mhmm. Levántate —Kunik se levantó temerosamente y miró a la pantalla. —Si no logras encontrarla en un año, entonces no necesito decirte qué tipo de destino te espera.
—Sí, su alteza. Entiendo completamente. ¡Juro por mi alma que la encontraré! —Kunik habló con una convicción mezclada con miedo.
…
—Un minuto y diez segundos restantes —dijo Arkhen con los brazos cruzados sobre el pecho.
—Yo... ¿No puedes esperar al menos un día?
—Un minuto y cinco segundos restantes —dijo Arkhen después de unos segundos.
—Arghh, ¡está bien! De acuerdo, te quedas con la herencia.
Después de esa voz, una criatura humanoide del tamaño de una palma apareció frente a Arkhen.
Era una criatura caricaturesca con una expresión inocente. Llevaba un traje de esmoquin negro y un palito en su cabeza con dos cuernos negros y un par de alas negras.
—Felicitaciones, toro obstinado. Mi nombre es Ratagiri.
—¿Dónde está la herencia? —preguntó Arkhen mientras levantaba una ceja.