—Señoras y señores —empezó Sakura, su voz resbalaba con una sensualidad seductora—, estamos encantados y honrados de que hayan elegido compartir su valioso tiempo con nosotros hoy en la Subasta de Tesoros Místicos. Cada rostro que veo aquí suma al esplendor de nuestro evento, y es verdaderamente un privilegio para nosotros ser anfitriones de tan distinguidos invitados.
Tras una pausa para efecto, continuó con gracia —Para aquellos que no me conocen, mi nombre es Sakura. Con un sutil, aunque provocativo, giro de su largo cabello, guiñó un ojo al público, el cual aceleró latidos. Mientras sonreía, sus labios relucían bajo las luces y sus ojos parecían guardar una promesa secreta. Había una energía innegable a su alrededor, una que tenía a los hombres al borde de sus asientos. Su encanto era innegable, y como un Súcubo, lo ejercía sin esfuerzo. La misma esencia de ella era una mezcla embriagadora de elegancia y seducción.