—Buenos días a todos —resonó la profunda y resonante voz de Aditya, cortando el silencio mientras finalmente entraba al comedor. Como el Emperador, el jefe de la familia y el hombre en el centro de las desenfrenadas peripecias de anoche, su presencia envió una onda de choque por la habitación.
Tomó asiento con una cálida sonrisa, sus ojos centelleaban con un atisbo de travesura, su rostro no traicionaba señal alguna de lo que había transcurrido la noche anterior. No había vergüenza, ni culpa, solo una sensación de facilidad y confianza que era tanto tranquilizadora como inquietante.
Al ver a Aditya, la sonrisa burlona de Aria titubeó y ella rápidamente detuvo su alegre charla con Riya, Sylvie y Amber. Mientras tanto, la vergüenza de Sylvie y Amber alcanzó nuevos niveles y bajaron aún más sus cabezas, sus cabellos caían como una cortina para esconder sus rostros sonrojados.