En el silencio de la noche, el tiempo parecía moverse a paso de tortuga. Cada segundo se estiraba lujosamente, y Sasha saboreaba cada uno. Este momento —la intimidad, el calor, el sutil estremecimiento— era algo que llevaría consigo para siempre, grabado en los recovecos más profundos de su corazón.
Siguiendo el liderazgo de Aditya, su beso suave se transformó gradualmente en algo más intenso, un apasionado beso francés. La lengua de Aditya encontró su camino en su boca, iniciando una danza juguetona con la suya. La sensación avivó el fuego dentro de ella, haciendo que su cuerpo se sintiera como un horno.
En el pasado, esta sensación de calor era sinónima de dolor, un recordatorio de la peculiar condición que ella y su madre padecían. Pero esta vez era diferente. El calor no era un tormento sino un reflejo de su deseo de compartir esta cercanía con Aditya. Era un calor que irradiaba desde su interior, una llama encendida por sus sentimientos emergentes hacia él.