Observando el mensaje en el estanque, las expresiones de Janus se oscurecieron como si entendiera claramente lo que significaba.
Con poca respuesta, se alejó silenciosamente del estanque cubierto de hielo y abandonó la habitación, sus pensamientos en desorden. Volvió su atención hacia el palacio.
A medida que Janus se dirigía a la Sala del Trono, no pudo evitar sentirse abrumado por el vacío que lo rodeaba. El palacio, una vez grandioso y vibrante, ahora parecía un páramo desolado. Los ecos de sus pasos servían como un recordatorio constante de lo que alguna vez fue.
Al llegar a la Sala del Trono, Janus se tomó un momento para recomponerse. Con un profundo suspiro, empujó las puertas y entró en la sala.
La vista que lo recibió fue tanto desgarradora como decepcionante. La Sala del Trono donde su cuñada solía tratar los asuntos del Reino Dios estaba vacía. Incluso faltaba el retrato de su Hermano Mayor.
