La revelación del poder de Karyk y la inesperada transformación de la Diosa de la Luz dejaron al Señor del Reino Superior en asombro y contemplación.
La grandeza de la habitación fue empañada por los recientes acontecimientos, las secuelas de su batalla pintadas a través de las paredes y suelos. El peso de sus decisiones colgaba en el aire mientras el recién descubierto dominio de Karyk sobre la Diosa se asentaba.
Karyk, ahora en control de un sirviente no muerto con inmenso poder, dirigió su atención hacia el Señor del Reino Superior.
Los ojos del Señor estaban fijos en Karyk, una mezcla de intriga, y quizás un toque de incertidumbre presente en su mirada. Los dos seres estaban allí, cada uno consciente de la cambiante dinámica entre ellos.
—Ciertamente me has sorprendido, Karyk —finalmente habló el Señor, su tono una mezcla de reconocimiento y curiosidad—. Tu fuerza, tus métodos, no se parecen a nada que haya encontrado antes. Despiadados, pero justificados.
