Su apariencia estaba demacrada, con ojos hundidos y piel pálida. Pero dentro de las profundidades de su agotamiento, la mente de Karyk estaba rebosante de conocimiento, lo que lo hacía parecer perdido.
El peso del conocimiento que había adquirido era tanto una carga como una bendición, llevándolo al borde de la locura. Sin embargo, Karyk continuaba, impulsado por una búsqueda incansable de respuestas.
A lo largo de estos cuatro meses, sus poderes habían crecido hasta el punto de que incluso él no se daba cuenta.
Sin embargo, después de mucho tiempo, casi había terminado con casi todas las Lápidas, dejando solo una...
Quedaba una última tumba... La Tumba no tenía nombre en absoluto. Solo había una palabra escrita en ella, "Divino".
Sin pensarlo dos veces, Karyk colocó su mano sobre la última lápida, alcanzando finalmente el fin de su viaje en este Templo Ancestral. Probablemente sería la última vez para él.
