Elysia pasó sus dedos suavemente sobre las antiguas runas, su curiosidad avivada. —Deberíamos encontrar una manera de traducir esto. ¿Quién sabe qué secretos guarda?
Fortunay estuvo de acuerdo, su mente llena de posibilidades. —Puede que no lo entienda completamente, pero puedo intentar grabar todo lo que pueda. Quizá en el futuro, alguien del Reino de los Dioses pueda descifrarlo mejor.
A medida que avanzaban más adentro del templo, se encontraron con una enorme cámara. Desde el principio, habían mantenido precaución, pero no encontraron trampas, lo que los sorprendió aún más.
Todos ellos entraron en la Cámara, uno tras otro.
En su centro había un altar, y sobre él yacía un artefacto peculiar: una gema como ninguna que hubieran visto antes. La gema emitía un suave y etéreo resplandor, pulsando con energía.
Eris, la más impulsiva entre ellos, no pudo resistir extender la mano para tocarla. —¡Esto es increíble! Puedo sentir su poder.