Karyk pasó siete días en el laberinto, vagando de lugar en lugar en busca de una salida. Todo su cuerpo estaba cubierto de heridas. Su ropa estaba hecha jirones, pero aún así parecía lleno de vida.
Afortunadamente, en los siete días, de una forma u otra, logró sobrevivir al eterno laberinto que estaba lleno de trampas a cada paso, cada trampa siendo lo suficientemente fuerte para matar a un hombre ordinario mil veces.
Al final de los siete días, Karyk finalmente vio la salida del laberinto. La salida era lo suficientemente grande para que miles de humanos pudieran salir al mismo tiempo.
Además, estaba a solo unos diez metros de Karyk. Sin embargo, esos pocos pasos parecían mil, ya que entre él y la salida, se encontraba una fiera bestia, de unos cincuenta metros de altura.
Solo un diente de la bestia era más grande que todo el cuerpo de Karyk, capaz de despedazarlo.
