Lily Sangrienta avanzó, su armadura roja resplandecía en la luz parpadeante de las llamas que aún bailaban alrededor del círculo mágico. Su presencia era imponente, una combinación de gracia y poder que hacía que todas las miradas se volvieran hacia ella.
—Veamos de lo que eres capaz —murmuró Surtr, sus ojos ardían de curiosidad por esta mujer.
Lily Sangrienta no respondió de inmediato. En cambio, levantó su espada carmesí, una hoja de sangre cristalizada que parecía pulsar con una energía propia. Con un movimiento fluido y deliberado, agarró la hoja con ambas manos y la llevó contra su pecho. Una luz intensa, dorada y roja, irradiaba del punto de contacto, y la espada comenzó a transformarse. El metal se fundió y moldeó alrededor de sus brazos, formando un par de guanteletes intricadamente detallados. Los guanteletes carmesí brillaban con un poder intenso, como si estuvieran vivos, listos para desatar una fuerza aplastante.
