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El aire a su alrededor parecía hacerse más pesado con cada segundo que pasaba. La figura desgarrada ante ellos temblaba como una hoja al viento, sus palabras resonando como un eco de desesperación y locura. El sacerdote caído parecía un retrato viviente del sufrimiento eterno en este círculo de herejía, un sombrío testimonio de lo que esperaba a aquellos que se atrevían a desafiar a los dioses.
Adamanthi, con una mirada resuelta y fría, avanzó después de que el grito del sacerdote se hubiera disipado en el aire. Sus ojos brillaron con una decisión que parecía haber tomado en el momento en que apareció el sacerdote. El sonido de los dedos de Adamanthi al chasquear fue como un trueno en el silencio mortal que reinaba a su alrededor.