El grupo estudió las figuras frente a ellos, cada una representando un aspecto del amor y la compasión.
La madre con un niño en sus brazos emanaba un aura de protección y sacrificio; el hombre abrazando la bandera de una nación representaba el amor patriótico y la dedicación al bien mayor; la mujer de rodillas, abrazada por una figura demoníaca, transmitía un amor trágico, lleno de dolor y redención.
Kaizen, con su mirada atenta, fue el primero en hablar.
—La madre con su hijo en sus brazos... Esto es amor puro, incondicional. El sacrificio que una madre está dispuesta a hacer por su hijo es una de las formas más sinceras de amor que hay —dijo.
Jayaa estuvo de acuerdo, sus ojos fijos en la escena.
—Estoy de acuerdo. El amor de una madre es universal. Es instintivo, protector. Ella merece nuestra compasión y respeto —comentó.
Andrew, que siempre permanecía sereno y observador, dirigió su mirada a la figura de la mujer arrodillada.