Kaizen se sumergió en la oscuridad del lago congelado, sintiendo cómo el agua helada se envolvía alrededor de él como el abrazo de las sombras. Su cuerpo reaccionó instantáneamente al choque térmico, sus músculos se contraían involuntariamente mientras se adaptaban al frío mordaz que penetraba su piel. Sus sentidos se inundaron con la sensación de una presión creciente a medida que se sumergía más y más, alejándose de la luz que todavía bailaba en la superficie del lago.
Los primeros metros fueron los más desafiantes. La oscuridad en el fondo del lago era tan densa que Kaizen apenas podía ver adónde iba. Su corazón latía con fuerza, no solo debido al repentino cambio de temperatura, sino también por la anticipación de lo desconocido que le esperaba en las profundidades.