Antes de que se dieran cuenta, la oscuridad crepitante de las llamas negras cubrió a Lily Sangrienta y a Fryft, pero, para sorpresa de ambos, el oscuro abrazo se retiró ante el escudo de luz de Fryft, que parecía estar tejido con los hilos de su propio mana. Lily Sangrienta, exhausta, sintió alivio al ser salvada de la muerte que parecía inminente. La oscuridad de las llamas negras se disipó a su alrededor, revelando una vez más la escena distorsionada por la batalla que aún rugía.
Fryft bajó los brazos, disipando el escudo protector.
La jugadora de cabello rojo enderezó su postura y dijo:
—Salvaste mi vida, gracias.
—Aún no es momento de agradecimientos, hay mucho por hacer —respondió Fryft, sus ojos concentrados en un punto no muy lejos.
En ese momento, el demonio, aún recuperándose del impacto de la flecha penetrante, miró directamente a Fryft con una mezcla de sorpresa y reconocimiento. Se llevó una mano a la cabeza y se rascó el cabello, desordenándolo un poco.