—Delgron, si ya no sirves para nada y estás debilitado, al menos servirás de combustible para que me convierta en un Evolucionado —declaró Kaizen.
El silencio dominaba la habitación, una breve pausa antes de la tormenta.
Delgron, aún inmovilizado por la psicokinesis de Kaizen, sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal al encontrarse con la gélida mirada del jugador. Era una mirada que penetraba más allá de la superficie de su piel, alcanzando la esencia de su alma demoníaca. El miedo comenzó a infiltrarse en el corazón de Delgron, una sensación que raramente experimentaba como demonio.
