—Un malentendido no explica por qué hay más gente escondida en el bosque... Este luce joven, debió haber actuado por impulso, pero los demás solo están esperando tus órdenes, ¿no es cierto? —Aric tragó saliva, dándose cuenta de que Kaizen no era alguien a quien se pudiera engañar fácilmente.
Los bandidos escondidos en el bosque, ahora conscientes de que su ataque inicial había fallado, emergieron de las sombras de los árboles para no dejar solo a Aric. Sus rostros estaban parcialmente cubiertos por capuchas, lo que dificultaba discernir sus expresiones, pero algunos estaban tan confiados de que sus planes nunca fallaban que, incluso estando frente a Kaizen, sonreían como si ya hubieran ganado.
Kaizen se mantuvo tranquilo y sonrió levemente también.
El líder de los hombres de negro, un hombre alto y delgado, avanzó y se colocó al lado de Aric. Sus ojos estaban fijos en Kaizen, evaluándolo con una mezcla de desafío y respeto. Habló con una voz alta y firme: